Última alteração: 2023-06-07
Resumo
Esta presentación expone el proceso de resignificación de un oficio ambulante de antecedente colonial, que implica técnica culinaria, el uso de implementos y recursos de venta y, por cierto, un producto gastronómico: el mote de maíz pelado con legía o mote mei. Así es como de este oficio, ya desaparecido en la escena urbana, se distinguen algunos elementos que porta el motero, como atavíos y utensilios propios de un desempeño arcaico: un farol alumbrado con vela; una canasta de mimbre, un gorro y, en ocasiones, una manta, a lo que se suma un pregón único y exclusivo que lo distingue entre otros oficios.
Con la progresiva merma de la clientela ya entrado el siglo XXI, el motero comienza a desaparecer hasta su casi total extinción. Es en este proceso de obsolescencia que un motero en particular, don Carlos Martínez Becerra, inicia un proceso de resignificación como estrategias de adaptación y cambio, recurriendo al uso de imaginarios ampliamente difundidos, provenientes tanto de la proyección escénica del folclore, como de la pintura costumbrista en el Chile de comienzos del siglo XIX. La reformulación icónica del oficio es operada a través de la sustitución de la ropa de trabajo por un vestuario estilizado que, junto al pregón, construye el personaje que protagoniza parte del relato de la identidad nacional.
En una apretada síntesis podríamos decir que, en la adición del vestuario idealizado más el pregón, el motero Martínez despliega un proceso de lenguaje icónico en el que representa al propio motero, ya no en su función culinario-comercial, sino en una nueva de carácter evocativo, que alude a un pasado valorado desde la noción histórico-patrimonial. De tal modo, la incidencia social del oficio migra desde el dominio del olfato, el gusto y el tacto –rasgos más inmediatos de lo alimentario—, a lo visual y musical-sonoro característico de lo escénico.